Autora: Ana María Luzardo Ocampo
Vía Las 2 Orillas | Diciembre 9, 2013
-¿Qué representa la hoja de coca para los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta?
-El ‘Ayu’ (hoja de coca en lengua arhuaca) representa SÈ para los mamus (sabios) y sagas (sabias) de la Sierra Nevada de Santa Marta. SÈ es la visión que une armónicamente a todas las naciones indígenas del mundo con la madre naturaleza o Ati Seynekun.
La ofrendamos como símbolo del compartir las enseñanzas de origen, festejar la vida y agradecer a todos los seres de la naturaleza por su servicio: las semillas como gen de la vida, las abejas que polinizan las flores, los pájaros como sembradores silvestres, el agua como memoria viva de nuestra historia, el aire que respiramos, el sol que nos alumbra y así toda la vida en su infinidad de manifestaciones, ya que sin su trabajo no degustaríamos los frutos de la tierra.
La hoja de coca es la hoja de la paz, no de la guerra. Conocer la naturaleza de nuestro propio ser es estar en comunión con el orden del todo, y en esto no hay violencia sino armonía.
La hoja de coca también representa la feminidad.
-¿Qué usos le dan a la coca en la Sierra Nevada de Santa Marta? ¿Cómo se convive con esta planta?
-La hoja de coca tiene diferentes usos, alimenticio, medicinal y ritual, pero es ante todo alimento espiritual.
Los mamus de la Sierra Nevada de Santa Marta consideran que en el futuro podríamos sobrevivir con solo alimentarnos de esta planta, y debido a que es una planta sagrada, sólo las niñas inocentes de nueve años pueden seleccionar la hoja de coca para tostarla en el Kayueru (Olla de barro que se coloca sobre el fogón, para batir la hoja de coca a la derecha y a la izquierda).
Los mamus saludan el Abi Kwiti (el eterno infinito) y hacen pagamento a los elementales (el agua, la tierra, el aire y el sol) con la hoja de coca, que también es reconocida como el puente de comunicación e interconexión con los seres humanos. Para ellos, todas las plantas y semillas deben ser entendidas como una planta madre; y cuando ‘mojamos la palabra’ con las hojas sagradas, lo que hacemos es endulzar las palabras que vienen del corazón y de la esencia de la vida. Por esto, las abuelas de la amazonía cuentan que mambear (mascar coca) es endulzar la palabra.
Además, no olvidemos que la hoja de coca es la hoja de vida de América -símbolo de la descolonización mental, emocional, espiritual y física- que inspiró al movimiento cocalero para que América tuviera su primer presidente indígena, nuestro hermano Aimara Evo Morales.
Para nosotros, al igual que para los pueblos indígenas de América, esta hoja es el principio del despertar ancestral de Colombia.
-¿Cuál es la relación de la mujer tayrona con la coca?
-La mujer Tayrona también es representada por esta planta sagrada, y en ella, la energía del agua y la tierra que es fuente de vida, enseñanza y amor.
La coca, como representación de la energía y la fuerza femenina, endulza el pensamiento, el corazón, el espíritu de quienes la mambean. En Colombia hay mambeólogos, y como disciplina, la mambeología es originaria y auténtica; es un arte de conexión espiritual que encierra el espíritu mágico de Ati Seynekun.
-¿Cuántas hectáreas de la Sierra Nevada de Santa Marta están sembradas con coca? ¿Lo están como parte de un territorio sagrado en donde el Estado no tiene participación alguna?
-Las familias arhuacas tienen en promedio 40 plantas para su consumo. Sin embargo, por la posición geoestratégica de la Sierra Nevada de Santa Marta y las características del terreno, también se ha cultivado marihuana (habían muchos cultivos durante la época de la bonanza marimbera) y algunos cultivos que tienen un uso diferente al ancestral, específicamente para proveer la industria de la cocaína.
El cultivo de la coca para la industria de la cocaína ha sido desempeñado desde siempre por personas diferentes a los indígenas, y esto ha repercutido de manera negativa en nuestro interés de preservar el corazón de la tierra, es decir, la Sierra Nevada de Santa Marta, al dañar nuestros lugares o sitios sagrados.
El Estado ha fumigado con glifosato y ha afectado la salud de las comunidades indígenas, contaminando el agua, los cultivos de subsistencia e interviniendo abruptamente nuestro ciclo agroecológico.
El transcurrir de nuestros días consiste en ir al mar por conchas y sal, luego desplazarse a clima templado donde se encuentran los cultivos de subsistencia y finalmente subir a las nieves donde están las plantas medicinales y aromáticas como el tucilago, que es bendito para conciliar el sueño, y las hojas secas de frailejón, que sirven para acompañar las limpiezas espirituales; el saumerio de frailejón, por su parte, permite refrescar el espíritu y sanar las emociones. Durante este caminar, pasamos por tres pisos térmicos distintos en donde tenemos diversidad de cultivos: Por ejemplo, en tierra templada sembramos fríjol, maíz y caña de azúcar, y en las nieves, ajo y cebollín.
La violencia es un asunto que llegó con el negocio de nuestra planta sagrada, y esto ha impedido nuestro libre desarrollo y ha ocasionado delitos contra la madre naturaleza.
-Las FARC dijo hace poco en una rueda de prensa, con motivo del punto cuatro de la agenda que se debate en los diálogos de paz de La Habana, que el problema era la cocaína y no la coca. Según lo que me dice, ¿coincide con ellos?
-Claro que el problema es el clorhidrato de cocaína. Sin embargo, quiero aclarar que la paz de Colombia es un asunto de todos y por eso en el marco del pagamento a la no violencia en Seyniribia -lugar sagrado de la Sierra Nevada de Santa Marta para hacer pagamento por el cese de la guerra y la violencia entre los humanos y de los humanos con la naturaleza- los mamos, sagas, gobernadores del pueblo kogui, arhuaco, wiwa, kankuamo y líderes indígenas en general hicimos el saludo del Ayu o la hoja de coca por la paz.
Así mismo, el 12 de octubre con motivo de la conmemoración de las primeras naciones de América, realizamos pagamento en Mamankana, un lugar sagrado donde se reunieron por primera vez los mamos a organizar la visión del mundo, y en donde les fue encomendada SÈ o la ley de origen. Allí tuve la oportunidad de construir con los mamos un círculo de la palabra dedicado a las semillas como mensajeras de la biodiversidad de Colombia, y contó con la presencia de los pueblos indígenas de la Sierra Nevada y la Amazonía, el presidente Juan Manuel Santos y cinco de sus ministros, y las mujeres indígenas que cuidamos la biodiversidad desde el fogón, custodiando la semilla nativa y abogando por la soberanía de nuestro país en el plato. Defender la semilla nativa que lleva más de 10.000 años en nuestra tierra es hacer la paz con la biodiversidad.
El problema del narcotráfico hay que analizarlo desde una perspectiva global y en tres etapas: la producción, la distribución y comercialización, y el consumo de cocaína, ojo, no de coca.
Sobre este fenómeno se han explorado varias políticas públicas en el mundo, porque vale la pena aclarar que la drogadicción es un asunto global y no un asunto exclusivo de nuestro país. No me gusta que estigmaticen a Colombia por esto.
Sin embargo, en China por ejemplo, a quién encuentren comercializando coca se le aplica la pena de muerte, mientras que en Colombia se persigue fuertemente al consumidor cuando todos sabemos que es un tema de salud pública.
Como este fenómeno afecta más que todo a la juventud del país, deberíamos tener una política pública clara para tratar el problema del consumo y resolver así el tema de la comercialización de cocaína. Hay Estados donde se regala la cocaína con el objetivo de que las personas que se lucran con este negocio no encuentren un estímulo para continuar en él
La Sierra Nevada de Santa Marta es una cultura de la no-violencia y alrededor de la industria de la cocaína hay mucha violencia. Por eso hay que insistir en formalizar la política que mencioné previamente.
-¿Cuál es la propuesta de los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta al punto cuatro de la agenda que se debate en los diálogos de paz en La Habana?
-Nuestra propuesta a la agenda de paz es SÈ, vivir bien en armonía con los ciclos y procesos vitales de la naturaleza, con el ciclo del agua, el ciclo agroalimentario, el ciclo del aire y el ciclo del sol.
Frente al punto cuatro de la agenda, lo fundamental consiste en devolverle a la hoja de coca el uso medicinal, alimentario y ritual de los pueblos indígenas. Convertir este legado en una fuente de enseñanza para nuestro país y para la humanidad sería un gran avance.
-¿Cómo reinvidicar el papel ancestral de la coca en la sociedad colombiana, teniendo en cuenta lo que esta planta representa para un amplio sector de la población?
-Es importante continuar con campañas como la de ‘Ninguna mata, mata’, donde se reconozca que el problema es el mal uso que se le ha dado a la planta y no a Ayu en sí mismo.
Además, los niños deben conocer los usos medicinales, curativos y alimenticios de la diversidad de nuestro país, para evitar que se estigmaticen los alimentos ancestrales, e incluso, diría que es importante que se patente la hoja de coca como ya ha ocurrido con otras plantas sagradas como el yagé y la chicha, aunque esta última –aduciendo a argumentos de sanidad- haya sido sustituida por la cerveza.
En el fondo, lo que hubo en la campaña de desprestigio contra la chicha es un interés económico que beneficia a unos pocos, el mismo interés que hoy tienen las multinacionales semilleras sobre nuestras semillas nativas con más de 10.000 años de antigüedad. Bajo el argumento de que son mejoradas y restringiendo el acceso a ellas, se están apropiando de una riqueza natural que representa el patrimonio de los colombianos.
-¿Qué les dice a las personas que juzgan la planta y por ende a ustedes como indígenas y habitantes de una zona que siembra coca?
-(Risas) Hay mucho desconocimiento. Colombia está entre los cuatro países más megadiversos del mundo y no conocemos nuestra agrobiodiversidad. El Ayu, la hoja de coca, es alimento de vida.
Si no recuperamos los saberes de los pueblos indígenas que habitan este territorio y las enseñanzas que dejan las plantas sagradas, ¿cómo garantizaremos nuestra supervivencia?, ¿cómo haremos la paz con la tierra?
-La coca, así como el fríjol o el maíz, se considera una semilla originaria. ¿Debe garantizarse entonces su permanencia en el territorio colombiano? ¿Su intercambio?
-Sí; en primer lugar debe garantizarse el respeto. Existió una vez una campaña publicitaria con la voz de una niña que decía ‘No consumas la mata que mata’ y una líder indígena tuteló el respeto a la planta y se ordenó retirar la campaña, por ser una ofensa a la identidad cultural de los pueblos indígenas.
Ahora, el uso medicinal y gastronómico de la coca no es propiedad de uno solo, hace parte de los saberes colectivos de los pueblos y por tanto, es natural que se socialice con la comunidad. Estoy enterada de las dificultades de muchos productos a base de coca que no pueden ser distribuidos porque carecen de certificados, incluso, hay una multinacional que ya tiene patentado el nombre Coca, siento este un término originario.
Por otra parte, el congreso de la república aprobó la ley 1518 de 2011 que ratificó la upov del 91, que fue el convenio de patentes vegetales. Sin embargo, esta ley fue declarada inexequible por no haber sido consultada con los pueblos indigenas, y créame, nuestros derechos colectivos son los derechos de la biodiversidad de Colombia.
El pueblo arhuaco a través del mayor Álvaro Torres, delegado de los pueblos indígenas de Colombia en la Mesa Nacional de Alimentación, propone que es importante que en el comité de bioseguridad del país estén los pueblos indígenas y un representante de la ciudadanía. Necesitamos saber -como guardianes milenarios de la biodiversidad- cuáles son las semillas transgénicas que están ingresando al país, los agro-tóxicos que están contaminando el suelo y el agua, para poder prevenir y anticiparnos al futuro. Todos tenemos derecho a saber que estamos comiendo, ¿no cree?
La coca hace parte de una cosmovisión que respeta la vida por encima de todo. ¿Qué opinión le merece el riesgo al que se ven enfrentados los recursos naturales de Colombia hoy en día?
El problema es de visión. Se le llama desarrollo a la autodestrucción, no hay otra manera de denominar la locomotora minero-energética y a las más de 6.000 licencias ambientales otorgadas para este fin, de los cuales 2.236 están en territorio indígena y van a destruir más de 33 millones de hectáreas de selva, montaña y nacimientos de agua.
La minería ha significado más de 32 pueblos indigenas en extinción, y ha cobrado la vida de más de 2.236 dirigentes. La Sierra Nevada, por ejemplo, perdió a Luis Napoleón Torres, Hugues Chaparro, Ángel María torres, cabezas del pueblo arhuaco. Aún no nos hemos repuesto de este suceso porque los líderes son un parto de la historia, son irremplazables y repito para ellos mi admiración y gratitud por siempre. Ante este escenario desgarrador, proponemos SÈ –que como te dije-es la visión de los mamus de la Sierra Nevada de Santa Marta que reconoce los derechos de la naturaleza.
Sólo cuando las personas que habitamos este territorio tengamos paz en nuestro ser, tendrá paz nuestro país. La paz es un asunto de convivencia entre los seres humanos y la naturaleza, y la decisión de aquellos que se dedican al extractivismo o al tráfico de especies, genera caos y dolor a la madre.
La visión de desarrollo, como autodestrucción de la vida, materializada en el modelo económico extractivista, debe ser reestablecida por la relación fundante de nuestra identidad como es la relación madre-tierra. Esto significa una economía, una sociedad y un Estado al servicio de la vida, y no la vida al servicio del Estado y del mercado.
-Su participación en política se ha caracterizado por la defensa de los recursos naturales, de hecho, se encuentra promoviendo desde hace un tiempo un Referendo por los Derechos de la Naturaleza. ¿Qué tiene para decir al respecto?
Reestablecer la relación fundante madre-tierra es rescatar la ética del cuidado de la vida, por lo tanto la cooperación con los ciclos vitales debe ser una opción de vida personal, familiar, comunitaria y de país.
Los pueblos indígenas del mundo estamos unidos por esta conexión, es la visión que queremos que trascienda sin distinción de ideología, género o estrato a través de un Referendo por los Derechos de la Naturaleza.
Actualmente, el Referendo por los Derechos de la Naturaleza cuenta con procesos organizativos que lo apoyan como la Red de Arte para la Tierra Zeykibia (‘Semilla del pensamiento’ en lengua arhuaca). El resultado más recordado de este apoyo fue el albúm musical ‘Abre Sierra Renace Bakatá’, en el que participaron artistas como Héctor Buitrago, Jorge Celedón, Andrés Cépeda, Fonseca, entre otros.
También se han ido conformando comités promotores del referendo en las 5 cuencas hidrográficas de Colombia. En la región Caribe tenemos a ANEI (Asociación Nacional de Productores Agroecológicos Indígenas y Campesinos); en la región Pacífico, a la ecoaldea Pachamama y al movimiento Artes Vivas por La Tierra que recientemente desarrolló en la ciudad de Armenia (Quindío) una exhibición de arte distribuida en 60 estaciones que orientaban a la población sobre la semilla nativa y los daños medioambientales provocados por los proyectos la mina La Colosa y el Túnel de la Línea en la región; en la orinoquía, a la Red Natural de la Orinoquía, Meta Natural y la Red Hidrográfica del Piedemonte Llanero; en la amazonía, a la Red Natural de la Amazonía y la OPIAC (Organización de los Pueblos Indígenas de la Amazonía); y en el Catatumbo, a las reservas forestales y agroalimentarias, y a los custodios de semillas.
Igualmente, contamos con el apoyo internacional del Pacto Mundial Consciente y amigos de Argentina, Francia y Australia que nos estarán acompañando este solsticio en Nabusimake, capital de los arhuacos, en un pagamento colectivo que hemos denominado ‘Todos somos semilla de nuestra madre tierra’.
El referendo defiende los derechos de las semillas como seres vivos, los derechos de los animales, los derechos del agua y los derechos de la tierra, conquistas legislativas que han sido posibles en Ecuador y Bolivia, y que consideramos fundamentales para la defensa del mayor patrimonio que tienen los colombianos: su biodiversidad.
-¿Cómo asumir la defensa de la vida en Colombia? ¿Ha acumulado enemigos por esto?
En el año 2004, mi familia -como muchas familias colombianas- debió salir del César y el ejercicio político, así como nos permite ganar reconocimientos, también te llena de detractores.
Sentar posición en Colombia es riesgoso. Sin embargo, espero que la violencia política que ha afectado a nuestro país durante todos estos años pueda superarse y tener críticos, opositores, pero no enemigos.
-¿Su condición indígena y de mujer le ha cerrado puertas?
El PNUD en su informe del 2011 evidencia la situación de la mujer rural en Colombia, en el marco del conflicto armado y perteneciente a un grupo étnico. Habla de cuatro exclusiones de las cuales he sido víctima por el hecho de ser mujer, y a esto hay que sumarle el rechazo por intentar superar los entronques patriarcales del mundo indígena y las estructurales patriarcales del mundo no indígena.
Desde el punto de vista laboral, es una realidad que la mujer campesina tiene aún un espacio que ganar. La ruralidad, inmersa en el conflicto armado, representa una carga emocional difícil de sobrellevar, sin embargo tengo que decir que en medio de la difícil situación que viví encontré manos amigas en esta ciudad que me permitieron sacar adelante a mi hija, personas que hacen parte de una generación activa que no ha perdido la esperanza en que somos el cambio que Colombia necesita.
Y como mujer indígena, opino que siendo Colombia un parto de mujeres indígenas, desde que se instauró la república, la mujer indígena no ha recibido el lugar que le corresponde y espero que cuando rescatemos el valor ancestral que tienen todas las mujeres, se respete la vida y se termine la violencia contra las mujeres de este país, que es al mismo tiempo violencia contra la tierra.
Como ve, yo soy mujer, madre cabeza de familia, indígena y además integrante de una familia afectada por el conflicto de este país, y créame, me ha tocado defender cosas como que la edad no es un impedimento para hacer política. Cuando fui electa concejal a la edad de 22 años, en una bancada de 11 concejales hombres, yo era la única mujer y tenía siempre las iniciativas de la defensa de la semilla, el agua, la cultura, el arte, la vida, son la ofrenda de los pueblos indígenas para que renazca Bakatá. No es fácil, la mayoría podían ser mis padres y abuelos, su mirada de Bogotá y de la política, sus acciones y movimientos son muy diferentes; me gustaría ver más jóvenes representando sus iniciativas en estos escenarios políticos.
Creemos en tu trabajo y opinión, por eso lo difundimos con créditos; si no estás de acuerdo, por favor contáctanos.
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